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Convivencia y derechos, bases de una política lingüística democrática

Por Jabi Arakama, parlametario foral de Geroa Bai

Jabi Arakama Jabi Arakama

Sabido es que la política lingüística de Unión del Pueblo Navarro consistió principalmente, en sus largos años de gobierno, en tratar de ahogar económicamente a las organizaciones que trabajan por la normalización del euskera, así como en hacer desaparecer al mismo del paisaje e imaginario popular. Llegando a gastar decenas de miles de euros en actuaciones impropias de un gobierno moderno, respetuoso con la diversidad social e integrador, como cambiar cientos de carteles bilingües para sustituirlos por otros exclusivamente en castellano. Desgraciadamente, podríamos llenar todo el artículo de ejemplos similares, pero no es este mi objetivo.

Es cierto que esta “política lingüística” no contaba con los elementos básicos de una adecuada estrategia de política pública (diagnóstico, explicitación de objetivos, establecimiento de indicadores, definición de proyectos, cronogramas, ejecución y evaluación) pero no se puede decir que careciera de planificación: a la interpretación más restrictiva posible del marco legal vigente (la Ley Foral 18/1986, del Euskera, ya de por sí insuficiente, entre otras cosas por la Zonificación que establece) le acompañaba una serie de decretos que avalaban actuaciones incomprensibles para cualquier persona no contaminada de euskarafobia. Así, el de Navarra ha sido, durante demasiados años, un gobierno que legislaba en contra de una de sus lenguas propias, algo que debería abochornar a los partícipes de estas malas prácticas. Para ello, además del impulso del principal partido de gobierno -UPN- fue necesario el apoyo parlamentario que el Partido Socialista de Navarra le concedió durante varias legislaturas, en la época tristemente conocida como el “Corralito Foral”.

Tras dar la ciudadanía navarra carpetazo a esta entente, otorgando una mayoría parlamentaria al “Gobierno del Cambio” presidido por Uxue Barkos, se comprobó que otra forma de hacer política es posible. También en el ámbito del impulso y la normalización del euskera donde -entre otras muchas medidas- Euskarabidea puso en marcha el I Plan Estratégico del Euskera (2016-2019). Por cierto, es ciertamente significativo y no habla precisamente bien de los gobiernos precedentes que, hasta el año 2016, no existiera un Plan Estratégico para una lengua minorizada y minoritaria, como es nuestra lingua navarrorum

Ya en esta legislatura, concretamente en marzo de 2020, y comprobada la validez y eficacia del citado Primer Plan Estratégico, Euskarabidea puso en marcha el proceso para elaborar y aprobar el Segundo Plan Estratégico, proyectado para los años 2020 a 2027, en el marco de lo establecido por el actual Acuerdo Programático para el Gobierno de Navarra. Tras un amplio proceso participativo, durante el cual fueron consultados -entre otros- todos los departamentos de la Administración Foral, así como las entidades más representativas de la euskalgintza, el Consejo Navarro del Euskera emitió informe positivo el 21 de diciembre de 2021.

En este punto, el visto bueno definitivo quedó en manos de la aprobación por parte del Gobierno de Navarra, en sesión de gobierno. Tras un proceso transparente y participativo como el citado, donde todos los agentes políticos y sociales interesados han podido realizar sus aportaciones, esto no debería suponer un mayor obstáculo… pero la realidad es que la parte mayoritaria del Gobierno de Navarra -los consejeros y consejeras socialistas, con su presidenta a la cabeza- lo tienen bloqueado desde entonces, aunque no hayan sido, en nueve meses, capaces de aportar argumentos sólidos que justifiquen esta posición.

A pesar de que, como recientemente explicó la consejera Ana Ollo, en este tiempo no haya habido parálisis por parte de Euskarabidea, que ha seguido trabajando en ámbitos como la digitalización, el fomento del euskera en las empresas y en los medios de comunicación, las entidades locales, la enseñanza a personas adultas, la administración electrónica o los planes lingüísticos de los departamentos del Gobierno de Navarra, por citar unos pocos, no podemos dejar de denunciar esta situación, que dificulta un trabajo ya de por sí complicado.

Es lamentable que el proceso de ampliación de derechos en los principales ámbitos de política pública que estamos llevando a cabo en Navarra desde el año 2015 tenga que encontrarse con estas dificultades, en lo que concierne a las políticas de impulso del euskera. Es incomprensible que, a estas alturas de siglo XXI, sea el miedo a la derecha el que guíe las actuaciones en esta materia del PSN. Partido que es capaz de denunciar las manipulaciones, exageraciones y mentiras de la derecha, en lo referente a otras políticas públicas, pero que “compra su discurso” en lo relativo a la política lingüística, con el único “argumento” de un supuesto coste electoral.

Coste electoral que, por cierto, no sufre el Partido Socialista Obrero Español en otras comunidades con lengua propia (Cataluña, Euskadi, Galicia, Comunidad Valencia, Asturias…) y donde las políticas de normalización lingüística que apoyan están a años luz de la racanería que muestran en Navarra. Quizás es porque allí han optado por hacer pedagogía entre sus bases y el conjunto de la población, de manera autónoma, atreviéndose a despegarse del discurso uniformista y centralizador de las derechas.

 

Es una pura cuestión de democracia, de estar en el Gobierno para ampliar derechos ciudadanos desde la integración, la búsqueda de la convivencia, los máximos derechos posibles para el mayor número de personas, la priorización del interés general frente al partidista, la mirada a largo plazo… o de estar mirando de reojo a la derecha, esperando que sus portavoces políticos y mediáticos no nos riñan demasiado. En Geroa Bai lo tenemos claro, y tenemos la firme convicción de seguir trabajando para reconocer y garantizar los derechos lingüísticos de la minoría vascoparlante, en un contexto de convivencia con una mayoría social que no lo es. Porque necesitamos sacar este tema, de una vez por todas, del ruido y la bronca política partidista, para poder seguir avanzando hacia un futuro que, o será integrador y respetuoso de nuestra diversidad, o no será.

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