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'Iruñea libre de agresiones homófobas; Iruñea, eraso homofoborik gabeko hiria'

Por Esther Cremaes, concejala de Geroa Bai en el Ayuntamiento de Iruñea

Esther Cremaes Esther Cremaes

En los últimos días hemos podido saber que una vez más, y no es la única, en nuestra ciudad han tenido lugar agresiones de tintes homófobas. Desde Geroa Bai consideramos que tales conductas son inadmisibles y que deben contar con la repulsa más enérgica por parte de nuestras y nuestros conciudadanos.

Corría el año 1974 cuando la homosexualidad, por fin, salía de las clasificaciones que la incluían entre los trastornos mentales y la ciencia pasaba a considerar que existen diversas expresiones de la sexualidad, ninguna de las cuales puede considerarse anómala, desviada, patológica o aberrante. Por todo ello, era esperable que hubiera un cambio en la mentalidad de la población en dicho sentido. Pero, ¿qué ha pasado realmente para que lamentablemente no haya sido así?

Está claro que actualmente rigen otros parámetros, muchas veces promovidos por las corrientes conservadoras y moralizantes, que con aseveraciones de trazo grueso y sin base científica, han contribuido a que diversas expresiones de la sexualidad sigan considerándose como desviación respecto a la norma. Pero cabría preguntarse: ¿Cuál es la norma?, ¿quién dicta la norma?, ¿la norma es lo más frecuente? y, por ello, ¿lo demás ya es necesariamente rechazable?

A lo largo de la historia y en diferentes países, han sido varios los momentos y lugares en los que las personas se han visto discriminadas por su orientación sexual en mayor o menor grado. Se ha ido desde el desprecio y la maledicencia hasta la condena a muerte y a los campos de exterminio.

En nuestro entorno más inmediato, podemos recordar la Ley de Vagos y Maleantes, que en el año 1954 incluyó a las personas homosexuales en tales categorías. Dicha Ley fue sustituida en 1970 por la Ley de Peligrosidad y Rehabilitación Social, que perseguía y sancionaba lo considerado como “escándalo público” y que atañía de manera muy directa a los comportamientos de las personas homosexuales. Más concretamente a los gays, ya que las mujeres lesbianas aún estaban más invisibilizadas, soportando la doble discriminación, en razón de su sexo y en razón de la orientación de su deseo erótico.

Podría decirse, y así es de hecho, que estas leyes quedan hoy en día fuera de nuestro ordenamiento jurídico, pero ponen en relieve que éstas y otras circunstancias posiblemente han dejado un poso ideológico en el subconsciente colectivo, que asocia la homosexualidad con el vicio y la corrupción social.

Triste realidad que creíamos superada una vez que, desde la ciencia, se ha abordado el estudio del hecho sexual humano y se ha podido comprobar la riqueza de matices y peculiaridades que el mismo comporta y que no tienen nada que ver con lo anormal o patológico, sino con la diversidad, también en lo sexual, que supone la realidad del ser humano, la cual debe ser comprendida desde la racionalidad y la normalización.

De hecho en nuestra sociedad, supuestamente avanzada y democrática y en la que creemos se han dejado atrás rémoras de intransigencia ante el y la diferente, llama poderosamente la atención que tengamos que asistir a los hechos aludidos al inicio de este escrito. ¿Quién es capaz de sentirse legitimado para agredir, física o verbalmente, a nadie por razón de su diferencia?

Yendo a la raíz del asunto, encontramos altas dosis de desconocimiento del hecho sexual humano que conlleva múltiples reduccionismos, uno de los cuales, precisamente, va a consistir en un heterocentrismo que conduce a una presunción de heterosexualidad universal, que contribuye a la invisibilización de otras realidades y a su consiguiente rechazo.

Al mismo tiempo, se observa la pervivencia de estereotipos, prejuicios, ideas e imágenes falsas, en demasiadas ocasiones,  reproducidas a través de los medios de comunicación que habría que erradicar por simplistas y carentes de base real, y por su contribución a la pervivencia de mitos y falsas creencias que no se corresponden para nada con la realidad.

Nos queda, por tanto, una ardua tarea que nos permita conseguir que tales hechos no vuelvan a tener lugar en Iruñea. Tarea que habría que cifrar en dos vertientes, por una parte a través de la implantación de una auténtica y sistemática educación sexual, como educación de los sexos, que contribuya a través del conocimiento real del Hecho Sexual Humano a la comprensión y respeto ante su riqueza y diversidad. Asunto que ya está siendo abordado por parte del Gobierno de Navarra y que en breve comenzará a dar sus primeros pasos.

Por otra parte es necesario hacer un llamamiento a la ciudadanía para que no se dejen sin respuesta tales actuaciones, para que manifiesten su rechazo y para que se contribuya a difundir la idea del máximo respeto a todas y todos. Respeto, que va más allá de la mera tolerancia, declarando que en Iruñea no tienen cabida los comportamientos homófobos.

Para todo ello, además, vamos a contar con un Centro de Atención dependiente del Ayuntamiento de Pamplona/Iruñea que, sin duda, ha de contribuir también de manera muy eficaz en este sentido, a través del abordaje de las tareas que he mencionado.

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