¿Nucleares? No, gracias
Por Mikel Asiain, parlamentario foral de Geroa Bai
2 de junio de 1979. Tenía 16 años. Era sábado, pero no salí porque el lunes tenía un examen final de no recuerdo qué materia de 3º de BUP. Lo recuerdo perfectamente porque al día siguiente, el 3, era mi cumpleaños. Me quedé en casa y aproveché para ver La Clave, dirigida por José Luis Balbín. El tema de debate: el peligro nuclear; la película previa al mismo, “Límite de seguridad”. Entre los contertulios, Mario Gaviria, quien con su vasto conocimiento y su viva oratoria “dio para el pelo” a todos los tertulianos favorables a la energía nuclear, y entre ellos estaban Luis Magaña, Comisario de Energía y Recursos Minerales, y responsable del Plan de Energía, Juan Díez, Subsecretario de Ordenación del Territorio, y Juan José Villa, director de Zorita. Los desarmó dialécticamente. En su primera intervención recordó que al día siguiente se celebraba la Jornada Internacional contra la Energía Nuclear con concentraciones en diferentes ciudades del estado, una de ellas Tudela, ya que en el Plan Energético Nacional de la época se contemplaba la edificación de una central nuclear en la capital de la Ribera.
Ese día, el domingo 3, Gladys del Estal, activista antinuclear fue asesinada por un tiro de un guardia civil cuando participaba, precisamente, en esa concentración.
Gaviria era una de las cabezas visibles de un movimiento antinuclear muy vivo, y recorrió Navarra, pueblo a pueblo, contando lo que había detrás de una central.
Desgraciadamente tan sólo unos años más tarde, ETA intentó apropiarse de esa pacífica lucha contra las centrales, destruyendo un floreciente movimiento popular antinuclear. De la misma manera que se dice que el rey Midas convertía en oro todo lo que tocaba, ETA, en su caso, enmerdaba todo lo que tocaba. Entre sus “glorias” antinucleares el asesinato del ingeniero Ryan.
He recordado todo aquello al hilo de una moción de Navarra Suma en el Parlamento navarro en pro del mantenimiento de la energía nuclear. Ha sido como meterme en la cápsula del tiempo y retroceder 44 años, para escuchar los mismos argumentos de entonces para defender la energía proveniente de la fisión del uranio: su bajo coste frente a otras opciones, su limpieza, su carácter no contaminante frente al petróleo (del que ya se hablaba de su paulatina desaparición) o el carbón… 44 años más tarde oí los mismos argumentos que defendieron los contertulios de Gaviria.
Balbín era un buen presentador, y no elegía sus temas al azar. ¿Por qué a comienzos de junio un debate sobre el “peligro nuclear”? Porque tan sólo dos meses antes había ocurrido el accidente de la central de Harrisburg, en Estados Unidos, el más grave ocurrido hasta aquel momento: más de 100.000 personas tuvieron que dejar sus hogares y las áreas de evacuación superaron los 30 km. de radio. Dos millones de personas estuvieron expuestas a la radiación, según cifras de la Comisión Reguladora Nuclear de Estados Unidos.
Si hoy seguimos debatiendo sobre energía nuclear es porque en Chernóbil sólo estalló uno de sus cuatro reactores. Si lo hacen en cadena todos ellos, hoy no estaríamos aquí. Porque sólo uno ocasionó que la cantidad de dióxido de uranio, carburo de boro, óxido de europio, erbio, aleaciones de circonio y grafito expulsados, materiales radiactivos y/o tóxicos todos ellos, fuera unas 500 veces mayor que la liberada por la bomba atómica en Hiroshima en 1945. Causó la muerte de 31 personas en las siguientes dos semanas y llevó al Gobierno de la Unión Soviética a la evacuación de 116 000 personas, provocando una gran alarma internacional al detectarse radiactividad en al menos 13 países de Europa Central y Oriental.
Tras el accidente, se inició un proceso de descontaminación por parte de 600.000 personas, denominadas “liquidadores”, en las zonas circundantes.
Tres “sarcófagos”, como si de “matrioscas” se trataran, cubren hoy el reactor. Tan sólo el último de ellos costó 1.500 millones de euros.
En los días posteriores al accidente de Fukushima, en marzo de 2011, la radiación emitida a la atmósfera obligó al gobierno de Japón a declarar una zona de evacuación con un radio de 20 kms. que afectó a unos 154 000 residentes, evacuados por los niveles de radiación ionizante ambiental.
Y hace tan sólo dos meses, nos echábamos a temblar tras oír la noticia de que Rusia había atacado la central nuclear de Zaporiyia, la más grande de Europa. ¿No les dio un poco de miedo? A mí, sí.
En fin, que nunca pasa nada hasta que pasa.
El término seguridad es antagónico con el de central nuclear. Nos lo ha demostrado la historia: porque existen errores humanos; fallos mecánicos, electrónicos, de sistemas o de ejecución; existen fenómenos naturales como terremotos o tsunamis; y existen psicópatas a lo largo y ancho del planeta dispuestos a cualquier temeridad.
El término sostenibilidad es antagónico con el de central nuclear. Tan sólo haciendo trampas al solitario no lo es. Porque… ¿Cómo se contabilizarían económica y socialmente los millones de euros necesarios para el mantenimiento de los residuos durante cientos de años? Herencia contaminada y contaminante que dejaremos a muchas de las generaciones venideras.
Hablando sólo de residuos, sin cuantificar, los daños humanos, materiales, y medioambientales causados por los accidentes ya mencionados. Según Los Angeles Times, el gobierno estadounidense pagará 35.500 millones de dólares al año a las empresas privadas que “guarden” los residuos nucleares.
No hay ninguna compañía de seguros que quiera asegurar una central nuclear. ¿Y saben por qué? ¿Dinero, quizás? Sin duda alguna…
El uranio es un elemento finito, no renovable, y su extracción cada vez se realiza en condiciones técnicas más dificultosas y caras. Además, tenemos una dependencia enorme para su importación, de países tan fiables en este momento como... Rusia.
La energía nuclear permite obtener una electricidad que nunca será aplicable a la movilidad ni a la térmica, algo que pronto, si hacemos bien las cosas, se obtendrá de energías verdes y renovables.
Todo, absolutamente todo, es desechable en una central: desde el primer tornillo hasta el último botón de la ropa de los operarios. Nada, absolutamente nada, es reutilizable.
El término rentabilidad es antagónico con el de central nuclear. Salvo, claro, para las empresas propietarias de las mismas, que no tienen que hacerse cargo de esa herencia envenenada durante siglos. Beneficio privado, frente a coste público ¿Realmente las habrían construido y las mantendrían si fuera así?
Pero… es que, además ¡hay alternativas! Si no las hubiera, podrían tener un pase. Pero las hay: verdes, renovables y limpias. El sol, el viento y el agua.
Lo que hay que hacer es agilizar medidas y dotar de recursos humanos y económicos a quien corresponda -ministerios a nivel estatal, departamentos a nivel foral- para que las energías renovables sustituyan a la proveniente de fósiles, ¡y a la nuclear! cuanto antes. Lo cual no es óbice para respetar escrupulosamente las salvaguardas medioambientales y los procesos participativos pertinentes.
Eficacia y eficiencia para hacer realidad cuanto antes ese mix que conjuga los modelos distribuido y centralizado.
Tengo que reconocerles que a mí la única central nuclear que me gusta es la de Springfield. En la que trabaja Homer Simpson.