Piztu ikastolak!
Por Mikel Asiain, parlamentario foral de Geroa Bai
No tengo la menor duda de que la supervivencia del euskera en Navarra debe mucho a las ikastolas.
También, por supuestísimo, a muchas personas que, de manera individual o colectiva, se involucraron, desde diferentes ámbitos sociales, en la lucha por su pervivencia. Y no voy a dar nombres porque creo que son sobradamente conocidos.
Afortunadamente, la situación del euskera de hoy en día no tiene nada que ver con la de 1964, fecha en la que se da el primer intento -frustrado desde el gobierno civil franquista- de poner en marcha la primera ikastola tras la guerra civil.
Aunque sí que salió adelante al año siguiente, en 1965, bajo el nombre de Nuestra Señora de Uxue, de la que cinco años más tarde se desgajarían San Fermín y Paz de Ziganda.
Y toda una red, a lo largo y ancho de la Comunidad Foral, a partir de entonces.
Asumieron, aquellos primeros visionarios, riesgos sociales al poner en marcha un sistema de escolarización alegal; y económicos también, pues la financiación de todos los gastos había de costearse con los recursos de las propias familias.
Pusieron en marcha un sistema pedagógico innovador, mezclando sexos en las aulas en unos tiempos en los que estaba prohibido, y creando material propio en euskera; y agrupándose, para la gestión de los centros, en cooperativas, donde todas las familias tenían la misma capacidad de decisión a través de unas juntas rectoras elegidas en las asambleas. Modelos que han pervivido en el tiempo, y, por eso, hoy, podemos hablar de las ikastolas como cooperativas de educación en euskera.
Doy fe, hago de fedatario público de ello, en base a mi propia experiencia personal, pues fui cooperativista de Paz de Ziganda durante veinte años. Dos hijos y una hija en sus aulas avalan mi conocimiento personal acerca de ese modelo educativo.
Y quiero poner en valor esa definición de cooperativas de educación en euskera, pues sobre eso tres ejes -cooperativismo, educación y euskera- es sobre los que pivotan el ser y el hacer de las ikastolas. Ejes a los que -igual que en la multiplicación el orden de los factores no altera el producto- no podríamos conferir un mayor o menor grado de importancia, porque conforman un todo indisoluble.
No pertenecen a la red pública, si por ello se entiende exclusivamente la dependiente del Gobierno de Navarra; pero tampoco privados, pues no penden de una orden religiosa, empresa o grupo de empresas. Constituyen una tercera vía, surgida de la iniciativa social hace ya sesenta años. Y lo destaco en unos tiempos en los que se ensalza la responsabilidad social empresarial y la economía social como alternativa a la empresa tradicional.
Decía al principio que, afortunadamente, los tiempos han cambiado para el euskera. Ha crecido el número de hablantes, y de quienes conocen la lengua, y se ha incrementado su prestigio social en toda Navarra. Y cuenta con importante apoyo institucional, pues desde 2015 el sustento presupuestario desde Euskarabidea a la lingua navarrorum ha crecido exponencialmente: en apoyo a los medios de comunicación; en recursos para la alfabetización de adultos; en acciones para la inclusión del euskera en el mundo juvenil, especialmente en el tiempo libre; en su introducción en el comercio y en la empresa; en ayudas a las entidades locales para el desarrollo de sus programas…
Pero todavía hay puntos oscuros, y se nos sigue antojando imprescindible la labor que las ikastolas siguen desarrollando a lo largo y ancho de toda Navarra. Con esa red de quince centros que van desde Bera a Biana o Lodosa, desde Altsasu a Zangoza pasando por Iruñerria, sin olvidarnos de Tafalla, en la zona media. Tejiendo una red de unión entre todas ellas, compartiendo proyectos educativos, modelos de gestión y recursos económicos a través de su caja de solidaridad.
Y haciéndonos disfrutar en esa fiesta anual, organizada en auzolan, que conocemos como Nafarroa Oinez. Diversión en, por y para el euskera.
Han cambiado los tiempos, decía, pero las ikastolas siguen siendo imprescindibles. Como lo son AEK o IKA; como lo es Topagunea; como lo es Berria, o Argia; como lo son Ttipi-Ttapa, Pulunpe, Erran o Guaixe; como lo son Euskalerria Irratia o Xorroxin; como lo son Xaloa o Hamaika Telebista… y, por supuesto, EITB, que no invalida, sino que enriquece todos esos medios o asociaciones impulsadas también desde la iniciativa social.
Porque todavía hoy, pese a las mejoras, todo es poco en esta Comunidad Foral para el impulso del euskera. Una lengua que suma y enriquece; que no se impone, sino que se elige voluntariamente; que añade, impulsa, empuja… desarrolla potencialidades y conocimiento.
Y ahí han estado, están y estarán las ikastolas.
Porque son pasado, presente y futuro del euskera en Navarra.
Y por ello estaré este domingo en Zangoza, para celebrar la edición de 2024 del Nafarroa Oinez.