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Reducir la temperatura del planeta es una prioridad

Por Manu Ayerdi

    Manu Ayerdi Manu Ayerdi

    Existe un amplísimo consenso sobre la necesidad incuestionable de que la temperatura del planeta no supere determinados límites, y de que, para ello, es esencial reducir las emisiones de gases efecto invernadero. A su vez, creo que nadie discute que, para conseguirlo, hay que mejorar en eficiencia energética (consumir menos energía por unidad de riqueza generada o per cápita, partiendo del principio de que la mejor energía es la que no se consume) y aumentar muy significativamente la cuota que representan las energías renovables en el consumo final de energía.

    Para aumentar esta última cuota, hay que trabajar de forma decidida en dos direcciones: en producir más energía renovable y en tener preparado todo el sistema de almacenamiento, regulación y consumo para ser capaces de emplear energía renovable en determinados usos que, hoy por hoy, se basan en combustibles fósiles. Si produjéramos como planeta mucha más energía renovable, pero no fuéramos capaces de emplearla en su totalidad en nuestros consumos energéticos, la estaríamos desperdiciando, sería ridículo, y tendríamos que seguir usando energía fósil. Al contrario, si como planeta tuviéramos todo preparado para poder usar energía renovable en nuestros consumos energéticos, pero no tuviéramos energía renovable suficiente, no nos quedaría más remedio que seguir usando energía fósil.

    Como región, la cuestión sería diferente. Si generásemos más energía renovable que la que pudiéramos utilizar en nuestros consumos, podríamos vendérsela a otras regiones que estuvieran en una situación inversa, y contribuiríamos a mejorar el problema de la temperatura a nivel global. Si generásemos menos energía renovable que la que pudiéramos utilizar en nuestros consumos, para usar el máximo de energía renovable posible tendríamos que comprar parte fuera de Navarra.

    De acuerdo con los últimos datos publicados, los de 2019, Navarra consumió 1.959.605 toneladas equivalentes de petróleo (tep). De ellas, fueron renovables el 21,41%, una cifra que se viene manteniendo más o menos estable los últimos años. El resto, la inmensa mayoría, combustibles fósiles: petróleo y derivados, gas natural, carbón y coques. Si hablamos de electricidad, la producción eléctrica renovable en relación con el consumo total de electricidad se sitúa en torno al 75%. Es decir, con los niveles actuales de electrificación del consumo, Navarra no produce toda la electricidad renovable que podría consumir. Un nivel de electrificación que sin duda tiene que subir y mucho.

    Navarra tendría que pasar del mencionado 21,41% en 2019, al 50% en 2030, y seguir avanzando hacia la total descarbonización de cara a 2050. Superar esa brecha es fundamental. Personalmente creo que aquí está el meollo de la cuestión. Este objetivo es tan importante –lo calificamos como prioridad planetaria– que no nos podemos permitir fallar. Tenemos que conseguirlo.

    Últimamente está surgiendo el debate de que no se puede conseguir este objetivo a cualquier precio, y se mencionan cuestiones como la biodiversidad o el paisaje. Estoy totalmente de acuerdo, pero lo que no se puede pretender es lo contrario. Si realmente nos creemos que es una prioridad planetaria, una cuestión de vida o muerte, también en términos medioambientales, tendremos que estar dispuestos a asumir, no cualquiera, pero sí algún precio para conseguirlo. ¿Acaso el precio medioambiental, por ejemplo, en biodiversidad, no sería terrible si no se consiguiera el objetivo? ¿No es ese el argumento que hemos utilizado hasta la saciedad para defender que es una prioridad máxima?

    En cuanto a la generación de energía renovable, soy de los que defiendo que debemos tratar de generar en Navarra al menos la energía renovable necesaria para cumplir con nuestros objetivos medioambientales, así como los mecanismos de almacenamiento, regulación, transporte y distribución oportunos. Prefiero ese modelo a asumir como alternativa depender de la energía renovable que produzcan otros. Además, me parece más solidario. Incluso si podemos contribuir a que otros territorios cumplan sus objetivos medioambientales, por supuesto cumpliendo con el marco legal, y con ello, además de generar riqueza y empleo, contribuyésemos a fijar la población en el territorio, me parecería sin duda positivo. Esto ya sucede con la actividad agroalimentaria, generamos claramente más producción que la que podemos consumir, y nos parece una de nuestras grandes fortalezas. No olvidemos además la importancia del ecosistema industrial en torno a las energías renovables de nuestra región.

    Hemos conseguido esa cuota del 21,41% con aproximadamente 1.600 MW instalados de potencia renovable para la generación eléctrica. Si queremos llegar al 50% en 2030, y seguir subiendo en adelante, para calcular qué potencia instalada renovable necesitaríamos, tendríamos que suponer qué consumo final de energía tendríamos en 2030. Tendríamos que suponer también que en el consumo se hubieran producido los cambios necesarios, incluida electrificación, como para que el 50% del consumo final energético pudiera ser renovable. Si, a los efectos de este artículo, y de forma orientativa, supusiéramos que las mejoras en eficiencia energética se vieran compensadas por el incremento del PIB y de la población, y si supusiéramos que la productividad de cada MW instalado fuera la misma, necesitaríamos en 2030 unos 2.200 MW nuevos en funcionamiento.

    Lo que sí está claro es que la potencia instalada renovable tendría que subir, y mucho. Por eso, no basta con decir que hay que apostar por el autoconsumo, las comunidades energéticas, las instalaciones renovables en zonas urbanizadas, la generación cercana al punto de consumo. Todos estamos de acuerdo en esos modelos, pero hay que hacer números y manejar escenarios cuantificados. El año pasado la potencia instalada de autoconsumo casi se duplicó, pero eso sólo significó 5 MW más. Es obvio que el incremento tiene que ser muy superior. Con la información actual, es claro que necesitamos también nuevos parques eólicos y fotovoltaicos. En este momento el volumen de proyectos presentados por la iniciativa privada en Navarra es muy alto, y no requieren ayudas públicas al ser tecnologías competitivas en mercado. Es una oportunidad magnífica. Como Administración nos toca analizarlos en el marco de la legislación vigente y autorizar aquellos que encajen en dicho marco. He dicho en varias ocasiones que la experiencia pasada nos demuestra que no se aprueban ni todos los proyectos, ni en su dimensión inicial. Lo que en todo caso no nos podemos permitir, ni como Administración, ni como sociedad, es no cumplir con el objetivo de cuota de renovables sobre el consumo final energético. El precio global, también medioambiental, que tendríamos que pagar como planeta, y en nuestra parte, como región, sería altísimo.

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