'Y es traición el olvidar'
Por Uxue Barkos, presidenta del Gobierno de Navarra

La siempre legítima tarea de la oposición parlamentaria tiene en toda democracia unos mimbres que en la oposición de la presente legislatura dejan mucho que desear. No tanto por la intensidad en las formas y en el tono -que escasamente en el contenido y en el rigor-, como por el exceso en los reproches y la acusación: sin datos, sin rigor, sin razones... la oposición navarra pretende enfangar hoy la política al grito de “¡alta traición!”.
¿Los motivos? Fundamentalmente que el anunciado Apocalipsis no llega... porque cuando enfilamos el último año de legislatura, aquel balance primero de claroscuros va abriendo paso a una cuenta de resultadosque en lo social, en lo económico y también en lo político hablan de una Navarra mejor.
Mejor en estabilidad política e institucional, mejor en sus obligaciones financieras para con España, mejor y más solidaria en el esfuerzo fiscal;una Navarra que empieza a recuperar, en algunos casos de forma tímida pero en todos los casos de forma continuada, el desastre de las timoratas y cobardes políticas de la austeridad por la austeridad, de recortes en nuestros servicios públicos.
Una Navarra que, desde el esfuerzo entre diferentes, atiende las necesidades de la sociedad y trabaja por el bien común. Una Navarra que reivindica su pluralidad como elemento de riqueza;una sociedad que empieza a vislumbrar un horizonte de convivencia que cierre tantas décadas de violencia y de dolor.
Efectivamente, la nuestra no es una historia ajena a lo que la del mundo ha sido. En un escenario bien cercano Robert Schuman, pionero de la hoy Unión Europea, hacía tras la Segunda Guerra Mundial una de las reflexiones más hermosas aunque inquietantes de la literatura política: que las fronteras no son sino las cicatrices de la historia. Y aunque se refería entonces Schuman a la Europa de posguerra, lo cierto es que la metáfora tiene carácter universal e intemporal. Y la traigo hoy a Navarra, a esta sociedad en la que las heridas siguen abiertas en tantos y tan diferentes escenarios, heridas que debemos sanar con todo el cuidado y mimo posible porque si no dejaremos a las próximas generaciones una Navarra llena de fronteras de convivencia. Las peores.
Heridas que estos días pasados, y en un ritmo vertiginoso, han tenido un protagonismo, triste protagonismo que debiera invitarnos especialmente a la reflexión. En menos de dos semanas, y desde el 26 de abril, en Navarra hemos escuchado la sentencia de La Manada y la respuesta de la sociedad; hemos conocido y analizado la declaración de la disolución de ETA; hemos celebrado el 10 aniversario del parque de la Memoria en Sartaguda como hito de una legislatura que 80 -sí, ochenta- años después empieza a restañar las heridas del 36. Y aunque algunos han pretendido que pasara desapercibido, yo hoy quiero subrayar en estas líneas el último de los hitos, hito por defecto, de estas dos semanas escasas como es el cerrojazo que este pasado martes el PP y el PSOE han dado a la desclasificación de los papeles del Ministerio del Interior en torno a los sucesos de los Sanfermines del 78. Casi nada...
Materia para la reflexión, sin duda, todos estos momentos en torno a la violencia, todas y cada una de las violencias -sexual, terrorista, franquista, policial y cualesquiera otra- que nunca debieron haber sido. Materia para la reflexión política. Materia para restañar heridas, para reivindicar siempre y en cada contexto memoria, justicia y reparación con un objetivo esencial: construir el futuro de Navarra sin las fronteras de Schuman.
Y sin embargo -y tristemente, añado yo-, en estas mismas dos semanas la oposición ha preferido seguir en su particular lodazal de banderas e identidades, para llegar a la máxima tensión en torno a una apocalíptica y falsa “anexión de Navarra a Euskadi”. Llamadas a rebato, golpes en el pecho y acusaciones de traición a la presidenta, al Gobierno de Navarra, al cuatripartito...
Eso, mientras a la misma hora, ¡a la misma!, en Madrid, sus compañeros de filas o se ponían de perfil (UPN) o votaban en contra (PP y PSOE) de saber qué pasó en Pamplona, en Navarra aquel 8 de julio de 1978...
Y recuerdo la jota que el pasado sábado saludaba en Sartaguda la dignidad y la memoria, la jota que hoy a quienes no quieren recordar les responde que “...es traición el olvidar”.
Publicado en Diario de Noticias.